La
obra
es
una
mera
representación
plastica
de
la
filosofía
Queer,
la
cual
hace
un
extenso
estudio
sobre
el
comportamiento
político‐sexual
del
individuo.
Siempre
me
he
sentido
atraída
por
el
comportamiento
del
ser
humano,
lleno
de
dogmas,
actitudes
e
inquietudes
que
afectan
en
la
construcción
del
propio
sujeto.
La
obra
refleja
al
individuo
en
plena
autodestrucción
del
físico,
Utilizando
así
al
cuerpo
como
arquitectura
exterior,
influenciado
indudablemente
por
estímulos
sociales,
en
la
búsqueda
sin
límites
de
la
própia
identidad.
Intentando
encajar
en
una
sociedad
aplastante
de
mercado
sexual,
donde
se
ve
obligado
a
elegir
un
papel,
dando
como
resultados
verdaderos
engendros
sociales.
Para
plasmar
estas
teorías
surge
la
idea
del
Bestiario,
una
recopilación
de
volúmenes
ilustrados,
haciendo
referencia
a
los
antiguos
Bestiarios
de
la
Edad
Media,
donde
se
muestra
una
exquisita
selección
de
las
mayores
bestias
de
la
actualidad,
creado
por
medio
de
una
serie
de
ilustraciones,
donde
la
línea
predomina
sobre
todo,
tan
sólo
con
unos
pocos
colores
para
resaltar
lo
que
realmente
importa
de
la
imagen;
sus
objetos,
sus
abalorios,
sus
maquillajes,
sus
órganos
sexuales…
todo
un
disfraz
político‐sexual
resultado
de
lo
social.
Intento
desagradar
al
espectador,
no
quiero
mostrar
imágenes
que
gusten,
son
imágenes
poco
usuales,
sacando
lo
peor
de
su
ser,
en
su
plena
naturaleza.
No
solo
utilizo
al
cuerpo
como
exoesqueleto
de
cultura
política‐sexual,
sino
también
me
centro
en
nuestro
espacio
exterior,
en
la
arquitectura
que
esta
a
nuestro
alcance.
Esas
cuatro
paredes
donde
pasamos
la
mayor parte
de
nuestro
tiempo
y
que
decoramos
con
sutiles
objetos,
objetos
que
nos
rea firman,
objetos
fetiches
imbuidos
de
magia
y
recuerdos,
de
poder
religioso
o
sexual.
Se
transforman
en
objetos
de
culto,
objetos
de
deseo
y
objetos
de
miedo,
puesto
que
todos
ellos
alimentan
nuestras
pasiones
y
obsesiones.
Comencé
realizando
una
serie
de
minuciosas
cajas
de
madera,
creando
pequeños
ambientes,
teatros
donde
intenté
plasmar
distintas
culturas,
pensamientos,
religiones,
costumbres…Nuestra
intimidad
decorada
sobre
cuatro
paredes,
todo
un
trabajo
de
carácter
fetichista
en
el
que
se
observa
un
claro
reflejo
de
nuestra
verdadera
identidad.
Todos
los
habitáculos
son
distintos,
pero
aún
así
predominan
en
ellos
una
fuerte
influencia
de
categoría
s ocial,
todos
estan
atribuidos
en
una
época
semejante,
en
un
pensamiento,
en
un
estilo,
en
una
tendencia,
en
la
sexualidad
o
la
religión,
todos
pertenecen
al
mismo
circulo.
Con
esto
intento
hacer
referencia
al
echo
de
que
no
importa
las
tendencias,
no
importa
formar
parte
de
una
cosa
o
de
otra,
al
fin
y
al
cabo,
todos
estamos
metidos
dentro
del
mismo
saco,
el
saco
del
consumismo
material,
donde
solo
cabe
esperar
encontrar
un
hueco
en
la
sociedad.
Actualmente
estoy
trabajando
en
cualquier
espacio,
ya
no
me
limito
por
pequeñas
paredes.
La
idea
es
acomodar
cualquier
espacio
para
el
bienestar
personal.
Al
igual
que
cuando
éramos
niños
y
montábamos
pequeñas
casetas
hechas
de
mantas
y
cartones,
o
como
el
vagabundo
se
crea
su
propia
madriguera
en
una
caja,
al
fin
y
al
cabo
todos
nos
definimos
por
nuestro
espacio,
es
lo
que
nos
protege,
lo
que
nos
reafirma,
nos
categoríza
y
nos
condena.
Capaces
de
amoldarnos
a
cualquier superficie, intento
crear
espacios
que
nos
hablen
del
sujeto,
ya
que
son
el
pleno reflejo
de
su
verdadera
identidad.